Queridos todos. La vida continúa, y cada vez vemos que vamos caminando con mayor conciencia humana de rescatarla en plenitud para todos. No nos serviría hacerlo desde la Palabra y con buena intención si no nos naciera desde lo más hondo de nuestro corazón. Es mayor cada vez la necesidad de asegurar que lo que intentamos lo es en espíritu y verdad, y sobre todo, el hacerlo cada vez con lo que nos da mayor autoridad: JUNTOS. Confiando todos en todos, sabiendo que solos no tenemos ninguna garantía de estar haciéndolo como la Palabra nos dice y el mundo necesita. En todo momento hemos de recordar que «sin ÉL no podemos hacer nada»,
Por nuestra tierra, la de todos, todo marcha con la debilidad humana, pero con el deseo fiel de ser unos siervos pequeños e inútiles que confían y se dejan llevar. Y así, constatando el deseo de ser una comunidad universal, la presencia y atención de todo tipo de llamadas y presencias que nos llenan de confianza y gozo.
La vida pasada del tiempo navideño queda atrás, con el recuerdo de lo mucho celebrado y vivido, y sobre todo, con la Esperanza de que las cosas marchan; acercándonos y motivándonos para que no queden resquicios olvidados de cosas pasadas. Éstas, aún pareciendo que fueron dolorosas, es donde el Espíritu de Dios se manfiesta, cuando contemplamos que las crisis sirven para crecer, para poder contemplar en cada intimidad dónde pudimos cometer un error, jamás querido, para unirnos cada vez más, para reconococer las raíces de las que procedemos…
Ondas que se dejan oír, llamadas inesperadas, atenciones plenas de exquisitez y densidad evangélicas van dando razón del mimo con el que Dios nos trata. Es esa sensación en la que esperamos «las sorpresas de Dios» a la vista del trabajo de quienes confían en ÉL.
Seguimos caminando en Confianza y Esperanza, con la mirada fija en el Todos Juntos.
Hasta la próxima, vuestros amigos de Pueblo de Dios.