El jueves de la semana pasada (17 de septiembre), por haber Ejercicios Espirituales en la tierra de Pueblo de Dios se sustituyó se suprimió este espacio para no interrumpir la dinámica que se estaba llevando.
En la tarde de ayer, martes 22 de septiembre, después de leer la cita de Isaías 40 : “Los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas y volarán como las águilas” (que aparece en un cuadro regalado en Chile y que se ha colocado en la capilla) intentábamos entrar en clima a partir de las siguientes preguntas:
- ¿Cómo estamos viendo y viviendo el carácter de profundidad personal y de auto revisión de nuestro estado interior, liberados de toda responsabilidad?
- ¿De qué forma nos puede llevar a entender el “inmediatamente” con que Jesús invita a sus discípulos, que todos hemos de acoger y realizar desde la Libertad que da Gloria a Dios?
A partir de estas preguntas se dio un diálogo espontáneo que centró la mirada en aquello que esta historia ha dado en llamar “Regla Única” como principio y fundamento de la vivencia a la que Dios nos quiere hacer partícipes.
Esto dice la letra de la Regla Única, de la cual se desea entender, aprehender su Espíritu hasta que no sea una ley escrita, sino inscrita en nuestros corazones:
Es un camino de búsqueda del Espíritu de Dios cuya línea fundamental
es el encuentro profundo con el ser y el sentir de Jesús
en la vivencia sencilla de grupos familiares.
La culminación de toda esa búsqueda es llevar a la práctica
la vivencia del «todos juntos».
Sin embargo, para ello «no habrá en el grupo ni alabanza ni toques de atención;
los miembros buscarán la comunidad de la alegría y de la tristeza,
de la abundancia y de la pobreza,
pero llegando a ella sin coacción, ni sometimiento ni siquiera invitación.
Es la forma comunitaria que concreta el deseo de vivir en libertad el Espíritu de Dios,
de manera que sea en la profundidad de esa vivencia
donde los demás vean una imagen de Dios que anime, enamore
y les lleve a querer vivir y participar de los mismos valores,
puestos a disposición de Dios y al servicio de los hombres.»
No habrá en la vida del Pueblo de Dios ni reglas ni estatutos, pero sí principios.
Estos principios indispensables para convivir fraternalmente
nacen del enfrentamiento radical y constante de la comunidad con la Palabra
y serán los que cada uno se exija a sí mismo al profundizar cada día en el Evangelio,
tratando de establecer un paralelismo entre la vida de Jesús y su propia vida.
La vivencia profunda en Cristo de cada seguidor suyo, y no el sometimiento a la norma,
es lo que construye la comunidad y lo que da fuerza y exigencia
a las vidas de aquellos que quieren comprometerse.
La pobreza de la falta de reglas o estatutos quiere asemejarse
a la situación de Jesús en la cruz: en ella, su debilidad fue su mayor fuerza.
Para los miembros de la comunidad cristiana, la carencia de reglas
y el compromiso de vivir como Jesús vivió, buscando sólo ser fiel
a la voluntad que el Padre le iba mostrando, será su mayor compromiso.
La fidelidad a esa falta de normas nos obliga a una guerra interior constante
para que nuestra actuación no sea nunca causa de norma.
La regla única es una llamada a la autenticidad y a la autoexigencia.
Sólo cuando nuestro alimento es el enfrentamiento desnudo con el Evangelio,
sólo cuando hacemos de la Palabra una fuente de vida,
somos capaces de vivir sin leyes de hombres
y fieles al «mandamiento único»: amaos.
En el diálogo, que a continuación reproducimos conscientes de que las palabras no alcanzan a recoger el soplo percibido entre todos, una frase del Evangelio de Marcos resonó de forma especial. En una de las intervenciones alguien recordaba la contestación de Jesús en un diálogo mantenido con un letrado (digamos, un “entendido” en asuntos religiosos): “No estás lejos del Reino de Dios”. [Mc. 12, 28-34].
Para quien se atreve a hacer este resumen, esa frase expresaba esa situación de un grupo de personas en búsqueda, anónimos protagonistas de una historia de todos y para todos, intentando responder a la pregunta “¿Qué mandamiento es el primero de todos?” ¿Cómo podríamos resumir, en palabras de esta historia de 40 años, lo que Dios demanda a cada uno?” Y este grupo, representante espontáneo y “letrado” (con mucha teoría acumulada) de esta historia, se atreve a responder: “La Regla Única”; el mandamiento único o mayor, que diría el evangelista.
Reproducimos (a grosso modo) el diálogo:
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Creo que me está sirviendo. La estructura abierta la veo muy positiva porque cada quién se pone su tiempo y su ritmo. Por otro lado, esto exige una autodisciplina, que no todos sabemos o no vemos que hemos de imponernos.
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La fidelidad a la falta de normas nos obliga a vivir en nosotros una guerra íntima para llevar a cabo la Vida del Evangelio. Lo que yo descubro no lo puedo imponer a otros. Esto conlleva “una vuelta de tuerca” a nuestra exigencia personal, que en ningún caso hemos de imponer a nadie. Después se dará ese enamoramiento por lo que otros vean en mí, como también dice Regla Única.
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Desde el silencio esto no lo podemos convertir en norma para nadie sino en el gozoso compromiso de vivirlo íntimamente. Siempre hemos tendido a generar espacios espontáneos pero que sin quererlo creaba en los demás una imposición a que lo viviesen. Esto, en nada se corresponde con la raíz de la Regla Única. Han de ser las raíces en nosotros las que motiven a los otros a vivir eso que solo desde nuestra vida ha de generar “una auto-imposición” en los demás.
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La Regla Única me hace pensar cada vez más en “soportar en la espera y perdonar las caídas”. La verdad es que al final siempre tendemos a pretender que en los demás se den los resultados que queremos. Y esto, poco tiene que ver con la pobreza de Jesús en la cruz que nos recuerda la Regla Única… hasta el extremo. Vislumbro algo que, o no comprendo, o no quiero meterle el diente. Intuyo que en ello se esconde algo muy importante.
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Mirar la Regla Única sin haber pasado por ello o por nada parecido exige un esfuerzo muy grande, porque te lleva a demoler todas las propias convicciones a las que tanto te costó llegar. Y ante ello te planteas, ¿merece la pena, es de Dios? Lo que sabemos “alcanzado” produce un reconocimiento. Lo nuevo no se lo cuestiona a nadie sino yo a mí mismo. La Regla Única no tiene resultados visibles para nadie, que posiblemente jamás veremos. Esto es muy duro. ¿Cómo poder pensar, querer pensar que de mis
esfuerzos no voy a ver nada? El único esfuerzo que hemos de hacer es el de empeñarnos en estar muy cerca de aquellos que lo intentan vivir conmigo. -
La Regla Única implica quedarse desnudo. Yo voy por otros sitios, espero que me corrijan sin hacerlo yo por mí mismo, yo no me autocuestiono… así vivo. Se necesita un desnudo integral, por ahí va Dios, y esta historia nos ha hablado desde el principio… Lo demás vendrá por añadidura. Tengo que apretarme en mi autodisciplina. De no ser así me dejo ir, me dejo arrastrar, me quedo en lo que debo poner carne pero no lo hago – es rutina. A la rutina hay que ponerle carne.
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Los últimos ejercicios me han sorprendido. Me ha resultado algo nuevo, fresco. Y Pepe (de Amigos de África) nos manifestó algo que nos llevaba de nuevo a la consideración en su raíz de la Libertad de la Regla Única. Ahí estoy yo, en un “punto cero” de liberación que no se ha vivido nunca desde el año 1 de este sitio. Llevamos muchos años y no acabamos de entenderlo. No se trata de dar toques de atención sino de vivir, y allí donde no veamos aplicar la corrección fraterna, Mt 18, 19-20.
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La Regla Única es como la regla de la mujer, irascible, dolorosa, sangrante. Vale lo que cada uno ha descubierto. Es lo verdaderamente genuino de esta comunidad, que yo aún no he descubierto. Si lo que hagamos no nace desde nuestra convicción y libertad, no sirve de nada.
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Me he dedicado a releer todo lo que llevamos tratado en la Escuelita. Me hace sentir que estamos en buen camino. La lectura me llevó a ver ilusiones, las luces de mi vida, los que me ayudaron a descubrir cosas… Constaté que no las leía como algo inconsciente, como esos sueños que pasado el tiempo ya no los creemos, o los vemos inalcanzables… He sentido que todo eso es lo que me hace realmente vibrar y he vista la necesidad de atizar las brazas para que vuelva el fuego a mi vida.
Acabo recordando el mismo final del pasaje del Evangelio de Marcos antes referido: “Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”. Si lo que Jesús nos plantea lo tenemos claro, si somos capaces de decir, “llevas razón cuando dices…”: ¿Para quién va la pregunta? ¿Para Él o para nosotros?
Puedo estar equivocada,pero cuando tengo dudas,siempre pienso en lo que me gustaria hicierán conmigo,lo hago y no quedo decepcionada,sino contenta,besitos:ana mari.
Llevo muchos años metido en este tinglado de Pueblo de Díos. Conozco, lógicamente lo que es la Regla Única. Pero estoy convencido, convencidísimo, que se me escapa casi todo. Iba a decir que se me escapa lo que de Dios tiene. Pero como lo de Dios en la Regla Única es casi todo, por eso precisamente he corregido y lo he puesto de esa manera.
La Regla unica sólo la pueden vivir y llevar a cabo, las personas maduras.
Pero, ¿y los demás, que somos casi todos? Creo que también va para nosotros. Aunque ello nos lleve al caos y desorden que el Espíritu ya se encargó previamente en ordenar. Las cosas de Dios son incomprensibles: Ordena lo desordenado y desordena lo ordenado. Algo así como los últimos serán los primeros o para hacerte grande y perfecto, hombre cumplido y cabal, hazte el último y servidor de todos.