Regla única

La «REGLA ÚNICA» nace inconscientemente, provocado por la necesidad de vivir el Evangelio comunitariamente, no desde reglas o encorsetamientos históricos, sino desde un enfrentamiento vivo y real permanente ante la Palabra de Dios.

Aparece en los comienzos de los años 70 cuando los seglares, en su búsqueda por vivir un compromiso cristiano mayor dentro de la sociedad, se les hace entender que éste ha de serlo «viviendo en Comunidad». Al intentarlo se encuentran con la realidad comunitaria religiosa de siglos. Por ser ésta la única referencia del momento, cuando se intenta «poner en práctica», se produce una «réplica inconsciente». Así nace la REGLA ÚNICA.

Fuente: doc. 361

Es un camino de búsqueda del Espíritu de Dios cuya línea fundamental
es el encuentro profundo con el ser y el sentir de Jesús
en la vivencia sencilla de grupos familiares.
La culminación de toda esa búsqueda es llevar a la práctica
la vivencia del «todos juntos».

Sin embargo, para ello «no habrá en el grupo ni alabanza ni toques de atención;
los miembros buscarán la comunidad de la alegría y de la tristeza,
de la abundancia y de la pobreza,
pero llegando a ella sin coacción, ni sometimiento ni siquiera invitación.
Es la forma comunitaria que concreta el deseo de vivir en libertad el Espíritu de Dios,
de manera que sea en la profundidad de esa vivencia
donde los demás vean una imagen de Dios que anime, enamore
y les lleve a querer vivir y participar de los mismos valores,
puestos a disposición de Dios y al servicio de los hombres.»

No habrá en la vida del Pueblo de Dios ni reglas ni estatutos, pero sí principios.
Estos principios indispensables para convivir fraternalmente
nacen del enfrentamiento radical y constante de la comunidad con la Palabra
y serán los que cada uno se exija a sí mismo al profundizar cada día en el Evangelio,
tratando de establecer un paralelismo entre la vida de Jesús y su propia vida.
La vivencia profunda en Cristo de cada seguidor suyo, y no el sometimiento a la norma,
es lo que construye la comunidad y lo que da fuerza y exigencia
a las vidas de aquellos que quieren comprometerse.

La pobreza de la falta de reglas o estatutos quiere asemejarse

a la situación de Jesús en la cruz: en ella, su debilidad fue su mayor fuerza.
Para los miembros de la comunidad cristiana, la carencia de reglas
y el compromiso de vivir como Jesús vivió, buscando sólo ser fiel
a la voluntad que el Padre le iba mostrando, será su mayor compromiso.
La fidelidad a esa falta de normas nos obliga a una guerra interior constante
para que nuestra actuación no sea nunca causa de norma.

La regla única es una llamada a la autenticidad y a la autoexigencia.
Sólo cuando nuestro alimento es el enfrentamiento desnudo con el Evangelio,
sólo cuando hacemos de la Palabra una fuente de vida,
somos capaces de vivir sin leyes de hombres
y fieles al «mandamiento único»: amaos.